Stella (todos los nombres de los niños han sido cambiados a pedido de ellos) es una adolescente de 13 años con cabello largo y rubio. Ella es educada en 4mi, en un colegio de Montpellier. En realidad, no asiste a clases desde septiembre de 2022. Al día siguiente del inicio del año escolar, estaba llorando, imposible volver. Stella ya había experimentado esta situación. En primavera, el 19 de marzo de 2022, exactamente, recuerda. “Me levanté. Dije “basta”. El día anterior había tenido un dolor de cabeza muy fuerte. Estaba súper estresada. Tenía ganas de vomitar”, dice esta joven extremadamente reservada. El aislamiento en la universidad, el miedo a la mirada ajena, a no estar a la altura, siendo esta aficionada al ajedrez una excelente estudiante, terminaron por paralizarla.
Stella sufre de lo que comúnmente se conoce como fobia escolar. Un término que rechaza Hélène Denis, psiquiatra infantil del Hospital Universitario de Montpellier, que prefiere el de rechazo escolar ansioso. “La fobia escolar sería una fobia a la escuela como la fobia a las arañas, al agua… pero es mucho más compleja, ella dice. Cuando hablamos de abandonos escolares ansiosos, estamos hablando de jóvenes que tienen uno o más trastornos de ansiedad prominentes que les impiden funcionar. Particularidad de estos jóvenes: son generalmente buenos estudiantes, les gusta aprender. Realmente quieren volver a la escuela, pero tienen tanto dolor que no pueden. »
¿Cuántos niños están afectados? A falta de datos precisos de la educación nacional, es difícil cuantificar el fenómeno. Pero serían más numerosos de año en año. Este trastorno se presenta particularmente en edades en que hay cambios en el nivel escolar. Estos niños están tan ansiosos por ir a la escuela que desarrollan síntomas somáticos: dolores de estómago por la mañana, el día antes de que comience la escuela, cuando todo estaba bien durante las vacaciones, vómitos, pero también ataques de pánico. A veces caen en depresión.
Problema: si no son compatibles, “este ausentismo va a continuar, corren el riesgo de desarrollar otras patologías psiquiátricas, teniendo dificultad para encontrar su lugar en la sociedad, con riesgo de desocialización”, dice Hélène Denis.
padres indigentes
Hace unos diez años, este psiquiatra infantil decidió montar una unidad de atención diurna sin precedentes para estudiantes universitarios, cuya atención se basa en terapias conductuales y cognitivas (TCC). Stella ingresó en noviembre de 2022. La unidad recibe alrededor de diez estudiantes de secundaria de 6mi a las 3mi. Sufren de ansiedad social, como Stella –el miedo al juicio de los demás es tal que no pueden mirar a la gente a la cara, salir a la calle, ir a una tienda–; ansiedad por separación, como Mei, de 12 años, que tiene miedo de estar lejos de sus padres; ansiedad por el desempeño, como Thomas, un niño de 11 años en sexto gradomi que se presiona a sí mismo incluso cuando no tiene controles y para quien un 15 es una mala nota. Algunos sufren de ansiedad generalizada, le tienen miedo a todo. Otros tienen fobia, como Emma, de 15 años, que es emetofóbica (miedo a vomitar). “Esta ansiedad me ha generado otras ansiedades, tengo miedo de salir, de comer…”, ella confiesa
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