Si te gusta Mondrian, te gustará la campiña holandesa

Casa frente al mar cerca de Abcoude.

Probablemente todo el mundo sea capaz de reconocer un Mondrian: una yuxtaposición de cuadrados y rectángulos rojos, amarillos o azules, separados por líneas negras dibujadas con tiza, pintada por este artista muerto, en 1944 en Nueva York. Algunos aficionados graciosos incluso se enorgullecen de dibujar cuadriláteros de colores y exhibirlos en su sala de estar. Porque a veces se malinterpreta a Piet Mondrian. En el museo Kunstsammlung de Düsseldorf (Alemania), el comisario de una exposición descubrió el pasado otoño que una obra titulada Ciudad de Nueva York 1 había estado colgado boca abajo desde 1941…

Menos sabemos que el artista, figura capital del arte moderno, comenzó a principios del siglo XX.mi siglo, pintando dulces paisajes, árboles, ríos y molinos, en la tranquila campiña holandesa. EN Abcoude, localidad de la provincia de Utrecht ahora superada por la aglomeración de Ámsterdam, la fotógrafa Nienke Meek, apasionada del arte, relata este episodio poco conocido.

Estudiante de la Academia de Bellas Artes de Ámsterdam, Pieter Cornelis Mondriaan, que aún no se llamaba Piet Mondrian, “Soñaba con ganar dinero haciendo retratos, pero no era muy bueno en eso. Por consejo de un amigo, se convirtió a los paisajes, cogió el tren con su caballete y se apeó en la primera estación, Abcoude», dice el fotógrafo. Al mismo tiempo, los artistas parisinos se apoderaron, tras un breve viaje en tren, de la luz y los destellos del Sena en Saint-Germain-en-Laye o Vésinet.

La antigua estación de Abcoude, un elegante edificio blanco, se ha transformado en un hotel. En este punto comienza la “ruta de Mondrian”, que Nienke Meek te hace recorrer en bicicleta oa pie, por el Gein. En medio de parcelas de cultivo, impecablemente alineado, este pequeño río bordeado de sauces llorones y cubierto de nenúfares ofrece un paisaje rural. Las familias acomodadas de Ámsterdam se habían acostumbrado, con el ferrocarril, a pasar el verano en casas de ladrillo rojo, austeras y acogedoras. Imponentes molinos de anchas alas, que los holandeses llevan fabricando desde finales de la Edad Media para bombear agua de los pólderes, completan el panorama.

Caballete móvil, sobre ruedas

En 1902, en Holanda, ya viajábamos en bicicleta. El joven pintor había transformado el suyo en un caballete móvil, estabilizado con muletas. Sentado en la silla, hizo bocetos antes de regresar a su estudio para pintar los colores. “Suprimió los detalles, jugó con las luces. Más que representar la realidad, prefirió expresar sus emociones a través de la pintura.dice Nienke Meek, mostrando representaciones de las pinturas en un pequeño cuaderno.

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