Si amas a Fellini, te encantará Rimini

El Arco de Augusto, la antigua puerta de la ciudad romana, construida en el 27 a.  J.-C.

En el fresco de la mañana, las estrechas calles que serpentean entre las casas de pescadores de un solo piso en el suburbio de San Giuliano en Rimini están casi desiertas. De repente, aquí están Marcello Mastroianni y Anita Ekberg, a centímetros de un lánguido beso. La famosa escena de la Fontana de Trevi, tomada de La buena vida (Federico Fellini, 1960), se muestra en color en una pared. En una calle adyacente, es la actriz Giulietta Masina, esposa del cineasta, quien posa, de marinera, como de La Strada (1954). Más adelante, en una pared de colores, aparecen los personajes de la película. Amarcord (1973), enmarcando al atormentado director. En San Giuliano, los artistas locales, animados por el municipio, se inspiran en el mundo de Fellini.

Porque Rímini rima con Fellini. El cineasta nació en 1920 en esta ciudad de Emilia-Romaña hoy famosa por sus largas playas de arena, donde cientos de miles de europeos del norte acuden cada verano a exponer su piel al sol. “San Giuliano es el distrito que menos ha cambiado desde las décadas de 1920 y 1930. Mientras tanto, la ciudad ha sido transformada por los bombardeos y la reconstrucción, luego por el turismo de masas”dice la guía Monia Magalotti.

La filmografía del maestro italiano está llena de referencias a esta región llana y marítima donde solo pasó los primeros diecinueve años de su vida: el mar, la arena, la llanura interminable, la niebla invernal. “Gracias al universo onírico de Fellini, los paisajes de Romaña se han vuelto universales”asegura Serena Zavalloni, aficionada al cineasta y asistente de la cultura de la comuna de Gambettola, de 10.500 habitantes, donde el pequeño Federico venía a veranear, en casa de sus abuelos.

“Inmersión Emocional”

En el verano de 2021, Rimini finalmente rindió homenaje al niño del país que murió en 1993, inaugurando, con bombos y platillos, el Museo Fellini. Ocupa principalmente dos sitios. Por un lado, el castillo de Sismondo, una antigua fortaleza construida en el siglo XVmi siglo para el señor del lugar; por otro lado, el edificio que alberga el cine Fulgor, que, como una claraboya sobre el mundo, proporcionó al joven Federico sus primeras emociones cinematográficas.

A la entrada del castillo medieval, con el sonido de las palas de un helicóptero, se sienta una estatua de Cristo, con los brazos extendidos, en alusión a la primera escena de La buena vida. Las salas de la fortaleza ofrecen una “inmersión emocional” en la galaxia Fellini: una enorme muñeca que representa a Anita Ekberg, sobre la que se permite apoyarse, la reproducción de una escena de rodaje, que al director le gustaba contemplar subido a una furgoneta, el vestuarios que diseñó o el mar representado en varias películas, artificial, en movimiento, hecho de telas agitadas por una corriente de aire.

Te queda el 52,41% de este artículo por leer. Lo siguiente es solo para suscriptores.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *