“El debate sobre la eutanasia debe ser parte de una ética de la discusión”

La pandemia de Covid-19 ha revivido la observación de, con demasiada frecuencia, una mala atención al final de la vida. La insuficiencia de los cuidados paliativos, su ignorancia por parte del público y de muchos médicos y cuidadores se han vuelto más evidentes que nunca. Las condiciones de muerte tanto en el hospital como en un establecimiento de alojamiento para ancianos dependientes (Ehpad) fueron lógicamente denunciadas como indignas. Pero el moribundo nunca es indigno: es la ausencia de un apoyo adecuado. La dedicación de los profesionales de estas estructuras hace aún más inadmisible la debilidad de los medios destinados a esta última forma de cuidado, benevolencia y compasión. ¿Es esta una razón para pensar que la eutanasia es la cura?

Periódicamente, este tema resurge en el debate público y es objeto de un proyecto de ley que hasta ahora está condenado al fracaso por la oposición de la mayoría de los parlamentarios. Sin embargo, encuesta tras encuesta, una proporción significativa de la población está a favor de legalizar la eutanasia. ¿Podría la sociedad francesa tolerar indefinidamente esta paradoja democrática? Este es el tema del debate convocado por el Presidente de la República, que formará parte de la continuidad del reciente dictamen del Comité Consultivo Nacional de Ética.

¿La posición de Francia estará cada vez más aislada en Europa, rodeada de países que han legalizado este procedimiento: los del Benelux desde hace muchos años, España recientemente y Portugal probablemente en un futuro próximo? En cuanto a Suiza, el suicidio asistido es legal allí.

sufrimiento intolerable

Tal debate debería ser parte de una ética de la discusión capaz de llegar, si no a un consenso (demasiado a menudo sinónimo de autocensura), al menos a una reducción en la intensidad del disenso. Las posiciones de los partidarios de la eutanasia y las de los opositores, que afirman la preeminencia del enfoque paliativo, han evolucionado a lo largo del tiempo. Los primeros subestimaron durante mucho tiempo el papel de los cuidados paliativos y, a menudo, consideraron que la alternativa era solo entre un sufrimiento horrible o la eutanasia. Este último a veces quería creer que los cuidados paliativos lo solucionaban todo.

Debemos rendir homenaje a quienes han trabajado para que se desarrolle la cultura paliativa y se asegure un final de vida digno y tranquilo para muchos pacientes. Sin embargo, todos reconocieron ciertas complejidades: muchas solicitudes de eutanasia desaparecen cuando el dolor en todos sus aspectos (físico, moral, espiritual posiblemente, pero también el sufrimiento de los seres queridos) es efectivamente atendido; asimismo, para el paciente, saber que es posible recurrir a la ayuda médica para morir (en los países que lo autoricen) le permite afrontar con más tranquilidad el final de su vida. Sin embargo, partidarios y opositores saben bien que, incluso durante los cuidados paliativos perfectos, algunos pacientes aún expresan, con total autonomía e independencia, un fuerte deseo de morir.

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